Maricá/RJ,

La Venus negra



Originaria del pueblo khoikhoi, Saartjie Baartman fue llevada hasta Europa en 1810, donde era exhibida semidesnuda, mostrando sus grandes nalgas y sus genitales, para acabar malviviendo de prostituta y fallecer a los 25 años en la miseria. Tras su muerte, su cuerpo se mostraba en un museo parisino. Doscientos años después, la historia de la Venus hotentote, como fue conocida, llega al cine. 

Saartjie Baartman nació en 1789 en la provincia oriental del cabo Khoisan, en la actual Sudáfrica. Pertenecía al pueblokhoikhoi, que entonces era conocido como hotentote de manera bastante despectiva, ya que este término procede del holandés hottentot (tartamudo). Tras quedar huérfana, fue vendida al comerciante boer Pieter Willem César, quien se la llevó a Ciudad del Cabo para que trabajara como niñera para su hermano Hendrick. 

Sin embargo, allá por el año 1810, cuando la joven Saartjie tenía apenas 21 años, fue llevada hasta Londres. Algunas crónicas aseguran que fue un médico inglés quien la engañó “con zalamerías” para llevarla hasta Europa; otros, que fue traída como esclava. Lo cierto es que a Saartjie Baartman, que empezó a ser conocida como Sarah, le esperaba un trágico destino. 

La joven khoikhoi comienza a ser exhibida en distintos locales de Picadilly, en pleno centro londinense. Se la anuncia como la Venus hotentote y se la presenta ante el público casi desnuda, bailando y tocando instrumentos musicales traídos también de África. Los londinenses de entonces se mostraban fascinados con las nalgas, de un tamaño inusual en Europa, y con los genitales de Sarah. 

La Asociación Abolicionista Africana llegó a pedir su liberación, pero la propia Sarah declaró en el juicio que ella se quedaba con la mitad de las ganancias, con lo cual no se pudo probar que fuera un caso de esclavitud y prosiguió su penosa exhibición. Sin embargo, el interés fue decayendo y como todo puede ser siempre peor, en 1814 acabó siendo vendida a un domador de fieras francés que la llevó a Francia para exhibirla como uno más de sus animales. 

En tierras galas, Sarah llamó la atención no solo del público sino de los científicos. Uno de ellos fue el
anatomista francés Georges Cuvier, quien la examinó en el Museo de Historia Natural. En París fue mostrada al público en el Jardin des Plantes y Etienne Geoffrey Saint-Hilaire, miembro de la Académie des Sciences francesa, se hizo cargo de que compartiera escenario con plantas y animales exóticos. 

Sin embargo, también en París fue pasando la novedad y el deterioro de Sarah era imparable. Al parecer, tuvo que dedicarse a la prostitución para sobrevivir y murió un año después, en 1815, víctima de una infección o de la sífilis. Tenía 25 años. Tras su muerte, siguió la humillación. De su cuerpo se hizo un molde de yeso para ser exhibido en el Museo de Historia Natural parisino; su cerebro y sus genitales, conservados en formol. 

Allí permaneció casi doscientos años hasta que en 2002, tras largas negociaciones entre los gobiernos de Sudáfrica y Francia, el entonces presidente Nelson Mandela logró la repatriación de los restos, que recibieron sepultura en su tierra de origen, el Valle Gamtoos. 

La activista de géneroy Gail Smith acompañó a la delegación sudafricana para recuperar los restos de Sarah y describió sus sensaciones con estas palabras: 

"Siete años de investigación, discusión y fascinación con Baartman no me prepararon para el encuentro cara a cara con ella. O más bien con la colección de partes de su cuerpo desmembrado, consideradas decisivas para la investigación científica por los científicos felizmente encargados de su cuerpo apenas unas horas después de su muerte. Y que no perdieron el tiempo para llegar al fondo de la cuestión: hicieron un molde de yeso de su cuerpo, lo diseccionaron y conservaron su cerebro y sus genitales en formol. 

El esqueleto de Baartman me llegaba hasta el plexo solar, así que no debía de medir más de 1,30 metros. El molde de yeso en posición vertical, pintado de un marrón extraño y con los brazos saliendo hacia fuera en un ángulo incómodo, tenía una apariencia macabra y ha atrapado su cara en una máscara de muerte perpetua. El frasco que contenía su cerebro tenía un aspecto corriente, al igual que el frasco con una sustancia gris que eran sus genitales ... 

Sentí pena por las avestruces y por los canguros saltando empapados de lluvia con temperaturas bajo cero. Mientras me acurrucaba dentro de mis tres capas de ropa, podía imaginar la desgracia de Baartman en un medio tan hostil, sin ropa de abrigo, rodeada de hombres tan obsesionados con su vagina que continuamente intentaban convencerla para que se quitara la ropa que le quedaba puesta." 

UNA HISTORIA LLEVADA AL CINE 



Ahora, el laureado director franco-tunecino Abdelatif Kechiche ha llevado esta historia al cine bajo el título de La Venus negra. El pasado 8 de septiembre fue presentada en la Mostra de Venecia. Kechiche, quien ya triunfó con otras películas como L'Esquive o La Graine et le Mulet, ha manifestado que “Saartjie es un personaje muy misterioso. Al final no sabemos gran cosa de sus verdaderas motivaciones. Es esta falta de explicaciones lo que me interesaba contar”. 

Kechiche se mueve en esta película entre las contradicciones del personaje principal. El director se basa en la obra literaria de Barbara Chase-Riboud, La Venus hotentote, que cuenta la historia de Saartjie. En ella, la autora asegura que la joven se casó con el médico inglés y que llegó hasta Europa con el sueño de convertirse en una bailarina famosa. 

Por ello, el director franco-tunecino, sin duda con el ánimo de provocar un debate sobre cuestiones como la mirada de Europa sobre África o sobre la mujer africana, presenta a su personaje a veces como un artista, a veces como un animal de feria; en ocasiones aceptando mantener relaciones sexuales con otros hombres, en otras violada a la fuerza. Sin duda, una interpretación llena de recovecos. Para este papel, Kechiche escogió a la actriz cubana Yahima Torres, quien tuvo que aprender un poco de afrikanéer y otro poco de danzas africanas para interpretar el papel. Además, por cierto, de coger algunos kilos de más.

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